Foto móvil cortesía de anitoco
Estos días de bombillas colgadas, compreteos compulsivos, comidas de las de reventar y copitas varias se han quedado algunos retales sueltos que amontono hoy aquí:
Un par de bares de una localidad por determinar de este país de cansinos del humo, no humo, fumo, no fumes, me huele la ropa, amo mi cáncer han colocado la viñeta/cartel que hice en su día en su entrada. Se desconoce si han sido amonestados por colgarlo en su puerta. Aquí en otra pared de una cafetería en Barcelona.
Miguel Ángel Pereira , Jefe de Servicio del Centro Nacional de Desarrollo Curricular en Sistemas no Propietarios, organismo adscrito al ITE (Instituto de Tecnologías Educativas del Ministerio de Educación) y que tiene como fin elaborar materiales curriculares en código abierto, y sin ánimo de lucro, me solicitó permiso para usar algunas viñetas.
Que te pasen un meme en los tiempos que corren es tan raro como pillar la peste. Pero David, alias Dondado ha resucitado la cepa y no se conforma con liberar el virus en su fururku sino que además lo propaga, como una venganza bíblica reeditada.
Y aunque los hay que aún piensan que eran maravillosas oportunidades para relacionarse y compartir nosesabeexactamentequé con otros fururkureros, y aunque es posible que los primeros tuvieran su salsita, eran casi un síntoma de buen rollo, una excusa para enlazarse o enlazar, no podemos negar que algunos (muchos) no tenían por dónde cogerlos.
Desde premios con gifs más allá de lo cutre, ramos de floripondios imposibles, hadas y violines, diplomas de horrendo diseño, coronas con brillantes y destellos, que había que repartir entre 20 "amigos" hasta peticiones de confesiones íntimas que invitaban a contar al mundo el color de tus gallumbos en la zona de frenada.
Eran tiempos en los que a algún lumbreras se le ocurrió meter los memes en aquellas listas coñazo (que sobreviven) del tipo "10 consejos para llevar tráfico a tu blog y hacerte millonario y famoso en una semana" y todos se contagiaron.
Un día, todos los memes que circulaban duplicados, triplicados y más allá, chocaron por el camino y con el sonido de una explosión en midi de pianola se extinguieron para siempre. Y yo que me alegro.
