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Si no lo contamos, no existe

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osce

"Si no lo contamos, no existe". Así rezaba aquel lema de Reporteros sin Fronteras, pero contarlo sin profundidad y olvidarse pasados unos minutos tampoco le da mucha existencia a determinados sucesos.

Así de explícitos  se mostraban en la OSCE sobre las agresiones a periodistas. Inaceptable. 

Pero no todas las reacciones han sido tan contundentes, entre las tibias y las inexistentes también han aparecido las habituales de desprecio y ninguneo, no solo al trabajo,  también por extensión a toda persona aporreada sin motivo, simplemente por estar ahí.

Hasta han aparecido los habituales acaparadores de los circos tertulianísticos a sugerir  que se trata de informadores de chichinabo, elementos de medios "pequeñitos", actores  insignificantes.

Incluso hay quien opina que someterse a la mirada de organismos europeos de seguridad y cooperación es aceptar ser tratados como "república bananera". Lo dice la misma persona que hoy tiene a sus pies todos los altavoces mediáticos para argumentar y defender sus salidas de tiesto.

Ahora comparen esta sumisa alfombra informativa que se le tiende, con el seguimiento y número de apariciones en los mismos medios de las personas que sufren agresiones por parte de la policía. Y sí, ambos asuntos tienen mucha relación, porque hablan de como se configuran los medios para arropar a determinadas personas o colectivos y arrumbar a otros. Y  sobre como eso que llaman "actualidad" puede tragarse cualquier historia hasta hacerla casi invisible.

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Nuevamente se han abierto debates absurdos sobre la uniformidad de los informadores, cuando estas personas llevaban sus identificaciones colgadas del cuello, cascos, cámaras, pegatinas y demás pertecho propio del que va provisto de la cacharrería de trabajo.  Y se ha vuelto a hablar del  chaleco blanco que no es más que un distintivo voluntario,  ni obligatorio, ni oficial, que  no sustituye a ningún documento de identificación.

Pero el mensaje que van sembrando parece querer  decir que hay una  jerarquía de clases.

Por un lado los medios "que se portan bien" y por otro todo lo demás,  los medios-medios de verdad y luego el resto. Y todo ese resto es tratado, en muchas ocasiones, como supuestos activistas en su acepción peyorativa, alborotadores, instigadores o bultos molestos que entorpecen el trabajo de la policía con la oscura intención de mostrar solo lo más feo.

Y un  tercer gran grupo,  el de ciudadanos civiles apaleables sin necesidad de explicaciones.

Cualquiera que sepa en que consiste realmente el trabajo de un gráfico sabe que esto no consiste en plantar la cámara en un balcón como si se tratara de registrar el paso de un desfile programado, como parecen sugerir algunos agentes con su tradicional "estamos trabajando". Para ellos el derecho al trabajo va por barrios.

Me paseé durante unos años con una cámara al hombro por acontecimientos de todo tipo y en casi todos ellos era necesario estar allí donde sucedían, lo más cerca posible. Aún más en situaciones como estas donde, como en una guerra, suceden muchas cosas al tiempo.

Elaborar ciertas informaciones sin disponer de las imágenes que certifican lo que se quiere contar no solo pone en peligro la historia, también la credibilidad, bastante tiroteada ya,  de los que tienen la misión de contarla.

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Cuatro de estas personas agredidas han presentado una denuncia ante el juzgado por agresiones de la UIP porque, además de la agresión inicial,  las siguientes se produjeron cuando los compañeros del caído por los golpes de la policía acudieron a auxiliarlo.

Y no se ha visto ningún gesto de disculpa o ejercicio público de autocrítica saludable y necesario, son cosas del oficio, unos hematomas de nada fruto de la "confusión" (la suya, claro). Así es como despachó el director general  de la policía, Ignacio Cosidó el asunto.

"En esas situaciones de tensión no es fácil distinguir a un periodista de una persona que está, incluso a veces, agrediendo a la Policía"

Lo peligroso de este discurso es que alimenta que los palos para cualquiera se vayan normalizando.

periodismo

Quizá terminen obligando a llevar una luz homologada,  giratoria e intermitente en la cabeza a todo aquel que no quiera ser identificado y tratado de entrada como radical violento.

Y es que otra respuesta y explicación más equilibrada afectaría a su principio mal entendido de autoridad y su unilateral forma de administrarla. Es un gremio en que el corporativismo es llevado al extremo, en el que parece una humillación admitir errores, al que hay que alabar siempre y por encima de cualquier irregularidad o mala práctica manifiesta.

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naricesLista de periodistas y fotógrafos agredidos, retenidos o detenidos


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5 comentarios en «Si no lo contamos, no existe»

  1. Persecución policial a 30kl/ por el centro de Madrid, un policía pide baja por ansiedad. Casí casí es un tontolar, a ver quien lo publica que medesencajoooo

  2. Me gusta lo de la sirena en la cabeza, pero no se define el color y eso es un peligro para los daltónicos.
    Propongo un crucifijo de oro a pecho descubierto, para que brille más.
    Lo paradójico es que la policía lleva chalecos anti-trauma, tampoco especifica el tipo de trauma.

  3. Manía con uniformar a todo quisqui, y luego pasa lo que pasa crean y aleccionan legiones de periodistas instruidos en el rechazo de otros medios alternativos.

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