Ramoncín, 15 minutos de flame

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Ramoncín, 15 minutos de flame

Ramoncín, 15 minutos de flame

Ramoncín no es tonto, puede que sea gilipollas pero no tonto.

Le ha pillado el punto a eso de los 15 minutos de flame periódico y lo ha convertido en negocio ya que con ellos se ahorra una buena pasta en promo, porque es más que probable que no esté preocupado por los insultos, le aterra el silencio del olvido.

Ese silencio que muchos artistas experimentan varias veces a lo largo de su carrera por motivos varios y que a Ramoncín parece afectarle más que a ningún otro.

Para romper ese silencio que le corroe ha creado un rollito cíclico, 15 minutos de flame cada mes a sabiendas que fulano dirá, mengano redirá y alguien en  internet insultará, porque Ramoncín se ha convertido en todo un profesional de la siembra de vientos pero se rebota de las tempestades.

Cuando alguien dijo que España es un país de envidosos y de muchos hijos de puta con tiempo libre todo el que se dio por aludido le devolvió el insulto  y ahí quedó la cosa, la batalla se libró en el tú a tú y a otra cosa cancamusa, aunque eso no pudo evitar que muchos siguieran pensando que el autor del insulto al viento siga siendo un gilipollas.

Ramoncín parece tener pérdidas de sobradismo por todos sus poros y deja a Aída Nízar a la altura de Heidi porque se cree sus propias guerras y las financia.

La última gilipollez es advertirle al mundo que no puede nombrarse su nombre artístico para según que menesteres, paradoja en redundancia infinita, por haberlo convertido en marca registrada (en trámite)y poniendo como ejemplo la Coca Cola. Pedazo de publicidad que le hace  a Pepsi sin darse cuenta.

Ramoncín, 15 minutos de flame

Ramoncín es el sueño de cualquier abogado, el mismo que ha dicho, entre otras muchas  chorradas,  que tener cierta cantidad canciones en un reproductor es de enfermos que no van a follar nunca más, quiere que luego no haya ninguna reacción, que nadie pueda opinar que es un histriónico con problemas de conexión entre la lengua y el cerebro.

Ramoncín sabe que no merece ni tanta, ni menos atención pero la provoca usando el recurso más fácil y explotado.

Sé que es un un ejercicio muy duro, pero intente ponerse en el lugar de una persona que recibe diez millones de opiniones, con o sin insulto, por cada bobada que suelta, también estaría más cabreado que un mono, puede que no,  pero seguro que se plantearía seriamente  cambiar de estrategia. O puede que no.

Si alguien dice que en este país hay muchos José Ramones (decir J.R también sirve)  que son  gilipollas no pasa nada, pero ojo con decirlo del que tenga registrado el diminutivo como marca, que puede ser condenado como mucho (y depende del contexto)  por una falta leve de injuria, animus injuriandi. Lo que no quita ni demuestra que el gilipollas en cuestión deje por ello de serlo.

Ramoncín, 15 minutos de flame


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