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El misterio del gato y la tortuga

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(Reconstrucción basada en hechos reales, se aconseja leer con música de suspense)

Volvíamos a casa y en el centro de aquella calle peatonal, a lo lejos, me pareció ver lo que tenía toda la pinta de ser una tortuga.

Así era, permanecía inmóvil escondida en su caparazón como el niño que se tapa la cara creyendo que así nadie puede descubrir su presencia.

No tenía lógica que estuviera allí, en medio de la ciudad, escapada de ningún sitio, dirección a ninguna parte.

¿Había huído lanzándose desde alguno de los balcones de las casas cercanas?, ¿alguien la había abandonado aburrido de su falta de dinamismo?,  ¿en una curva cerrada había caido de su caja cuando su dueño la llevaba corriendo al veterinario?

Convencidos de que jamás lo sabríamos decidimos adoptarla para evitar tener que preguntar a todos los vecinos de la calle o tener que llevarla a la oficina de tortugas perdidas.

Nada más entrar el rey de la finca inició el loco baile de San vito de sus bigotes excitado por la presencia de la tortuga, debatiéndose inquieto con maullidos cortos y amontonados, buscando la forma de olerla y masticarla.

El plan fue encerrarla en el cuarto de baño para evitar que el gato se pusiera más y más nervioso soñando con sacar la carne de su cáscara como si fuera un caracol al ajillo.

Habilitamos un recipiente de plástico de paredes altas con agua al que añadimos una piedra a modo de isla privada y un surtido variado de alimentos ya que desconocíamos sus preferencias gastronómicas. Cerramos la puerta dejando al gato de guardia, sentado y mirando fijamente a traves de ella  con su mirada de rayos x al tiempo que agitaba la cola a 45 revoluciones por segundo y nos fuimos a dormir.

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Lo que sucedería durante aquella noche aún hoy nos intriga.

La puerta apareció abierta, el cacharro de plástico  volcado y ni rastro de la tortuga, ni huellas de agua, ni huesos, ni raspas ni testigos.

De lo primero que nos convencimos fue que o la puerta estaba mal cerrada o el gato había depurado su técnica de golpe volador sobre pomo ya que a la tortuga no le intuimos en ningún momento aptitudes para el salto, apenas habíamos visto su cara una vez y tenía un rictus de acojone que bien serviría para el cartel de SAW VII

Iniciamos una batida coordinada por todo el domicilio, si se había escondido aparecería, el gato observaba atento el despliegue de búsqueda pero sin despegar la barriga del suelo.

Tras casi tres horas abandonamos la búsqueda, aparecieron todo tipo de cosas perdidas hacía siglos, incluso objetos que desconocíamos que poseíamos, pero ni rastro de la tortuga.

No quedó un milímetro de la casa por rastrear y nos sentamos a intentar archivar el caso.

En principio empezamos a descartar teorías:

-No había escapado por el oscuro túnel del váter ya que era físicamente imposible el acceso y  apertura de la tapa.

-El gato no se la había papeado ya que no había restos de sus partes duras, realmente duras.

-No estaba escondida hibernando porque esto sucede en verano, tal vez moriría de hambre y el olor delataría el punto donde se hubiera producido el deceso, cosa que jamás sucedió.

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Finalmente adoptamos una teoría intermedia que aunque no nos convencía del todo nos gustaba para que la tortuga quedara en nuestra memoria como una heroína.

El gato  consiguió abrir la puerta, tiró el cacharro. La tortuga se escondió en su caparazón y el gato estuvo gran parte de la noche rebanándose los sesos intentando hacerla salir hasta que se durmió aburrido.

La tortuga aprovechó el descuido y se acercó al balcón que estaba abierto atraída por la brisa casi fresca de la madrugada veraniega, se asomó lentamente y de dejó caer.

Volvió a usar sus artes escapatorias basadas en la paciencia, no saltaba pero no tuvimos en cuenta que no tenía miedo de prácticar el balconing ya que atesoraba experiencia en saltos al vacío.  Muy probablemente así había llegado al lugar donde la encontramos.

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Lo que sucedió entre ellos, sólo ellos lo saben, pero cada verano nos acordamos de este misterioso suceso para añadir una nueva teoría, cada vez más descabellada y divertida  a lo que podría haber acontecido durante aquella larga velada animal y haciendo más cabrón, astuto, iimpulsivo y curioso al gato y más valiente y estratega a la tortuga.

Ahora no podemos evitar pensar en que alguien encontró la tortuga y que continuó añadiendo evasiones a su curriculum  hasta conseguir  llegar al lugar a donde se dirigía cuando la encontramos.

Si tienes alguna sospecha o imaginas otra explicación para la misteriosa desaparición de la tortuga no dudes en añadirla.

Aviso: La tortuga usada para la recreación es de bronce, es obra y regalo de Rafa. El gato es el verdadero protagonista  que se ha ofrecido voluntario a escenificar en primera persona este pasaje de su vida además de ceder amablemente los derechos de imagen para este post.


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9 comentarios en «El misterio del gato y la tortuga»

  1. La mama adoptiva del gato, también, ha barajado otras teorías de aquella noche fatídica donde se perdió el rastro de Gala, el nombre de nuestra heroína, tuvo que ser abducida por los extraterrestres, que vinieron a rescatarla. Porque sino no me lo explicó, años buscándola me he pasado, incluso, hicimos una mudanza, y durante aquellos días, albergué la esperanza de que hubiera sobrevivido desarrollando superpoderes para burlar la vigilancia del Rey de la Casa, y que mientras dormíamos, la tortuga nos robaba comida. Pero nada, nunca apareció, a pesar de que dejamos el piso totalmente vacío, y nuestra vida embalada, y lo más intrigante, ni siquiera, encontramos su esqueleto.

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